Un matrimonio impensado, algo impuntual y conveniente
Cuando el Real Zaragoza era el Real Zaragoza de siempre, hace ya demasiado para muchos, se creía que entrenadores de un perfil tan marcadamente adusto y esforzado como Lucas Alcaraz nunca habitarían el banquillo de La Romareda. Ha habido algún caso próximo en estos interminables años de travesía por el desierto, pero ninguno tan estricto. Y lo cierto es que ninguno consiguió conectar con el lugar. Quizá ninguna de las partes, profesional y lugar, estaban en el momento adecuado para lograrlo y es muy posible que ambos, Alcaraz y Zaragoza, aquí y ahora, sí puedan estarlo.
Las dos o tres primeras líneas de este análisis se encuentran en las antípodas de pretender desmerecer a un técnico más que fiable y de éxitos indisimulables, como fueron sus ascensos a Primera con el Recreativo de Huelva (2002) y con el Real Murcia (2007), la final de la Copa del Rey con el decano Recre (2003) y un 3-0 con el Racing de Santander ante el Barcelona de Laporta y Rijkaard (2004), que le valió el reconocimiento y aplauso público del siempre elegante holandés. Y mucho menos busca parecer una consideración clasista, nadie es más que nadie por ningún tipo de linaje o falsedad similar.
La sensación proviene de cómo ambas partes, históricamente, han entendido el juego…
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