No me digan que da igual cómo jugar y con quiénes hacerlo (A mí, no…)
Cuesta escribir cada semana sobre el Real Zaragoza, casi más que ver y comentar sus dolorosos ejercicios autolesivos, jornada tras jornada. Por eso agradecemos a quien se impone a su sistema inmune y es capaz de llegar a la segunda o tercera línea de este texto, porque tener que leer lo que tu amor por estos colores te ha obligado a ver el día anterior roza los límites de resistencia, hasta ahora conocidos, en el ser humano. En el ser humano zaragocista, al menos.
Ha quedado declarado el estado de profunda depresión, no hay ninguna luz al final de ningún túnel. Nos hemos empadronado en una galería subterránea, cuya única salida da a un acantilado. Da igual lo que hagamos, no hay nada que hacer… Justo ahora, cuando parece que no existe nada, salvo la elección entre la agonía o la desconexión, cuando los juicios y los discursos vacíos se multiplican, es cuando más hay que comprometerse con la búsqueda de posibles soluciones, cada uno desde nuestro lugar.
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