Lecciones de vida en Alcalá-Meco
Caben muchas vidas en una sola vida. Y en todas anida una lección que aprender y la esperanza, la aspiración innegociable de aproximarnos a la mejor versión posible de nosotros mismos. Una vida jamás la definirán las cuatro paredes que la enmarcan; ni las circunstancias momentáneas que determinan el presente. Sea cual sea y por invariable que nos parezca. Jamás una etiqueta alcanzará a explicar la esencia de cada ser humano. Ni sus esperanzas, ni sus anhelos, ni la inabarcable complejidad de su naturaleza.
Entre los muros del Centro Penitenciario Madrid II Alcalá-Meco nos encontramos con una audiencia entusiasta, vibrante y respetuosa como nadie podría imaginar. Casi 200 internos que residen en el llamado Módulo de Respeto del centro: con sus celdas abiertas, en un modelo de convivencia reglada por normas tan firmes como su voluntad de respetarlas y de autogestionar los asuntos comunes. Su inclusión en este módulo no distingue duración ni gravedad de las condenas. Se corresponden única y exclusivamente con el comportamiento de cada una de las personas dentro de la prisión. Una primera oportunidad de redención, cambio y mejora. De otra vida.
No fue sencillo entregar ejemplos ni lecciones a un público cuya sola disposición supone ya un modelo de dignidad, de lucha y de voluntad de superación de las circunstancias. De vida CON sus circunstancias; no contra ellas; ni de ellas. No fue fácil, pero, tal vez por eso, resultó emocionante. Porque cada mensaje que llevó nuestra conferencia al abarrotado salón de actos del centro, lo replicaron y amplificaron, lo mejoraron y lo potenciaron ellos con su actitud de escucha, primero; y con su apasionada interacción después.
Si nuestro paso por Alcalá-Meco dejó alguna enseñanza, nos sentiremos inmensamente dichosos. Pero, sobre todo, de nuestra visita nos llevamos múltiples aprendizajes. La convicción subrayada de que no hay paredes más altas que aquéllas que imponen las etiquetas; ni encierro más impenetrable que el que procuran los prejuicios. Y tras una mañana inolvidable salimos convencidos, sin asomo de duda, de que todos debemos volar bien alto, juntos en el empeño, para elevarnos sobre los muy diversos muros que ha construido nuestra sociedad.