«La verdadera asignatura de la vida es aprender a creer en uno mismo»
Fernando Sánchez Salinero es consultor estratégico especializado en la construcción y desarrollo de proyectos, pero acotarlo en un perfil no resulta sencillo, porque desatenderíamos su lado de formador y conferenciante; o la faceta de comunicador poco convencional -y el término pretende ser un elogio-, capaz de articular mensajes directos, eficaces, divertidos y provechosos. Ha escrito libros, participado en conferencias, mesas redondas, tertulias y ámbitos bien diversos de la comunicación. Ha cultivado el perfil social de Superpyme y ahora vertebra sus labores de difusión alrededor de los relatos e, incluso, de una recién descubierta pasión por el microcuento como unidad comunicativa. Todos sus mensajes, lanzados en muchas direcciones, parecen converger en uno solo, bien rotundo: «La vida es cojonuda». Salinero será uno de las ponentes del evento multiconferencia De los Pies a la Cabeza.
- ¿El mundo moderno no necesita superhéroes de la Marvel que lo salven sino personajes como Superpyme que rescaten a las personas en su día a día?
- En la vida hay dos tipos de inspiración. La inspiración remota la provocan personas que son lejanas y te inspiran a conseguir grandes metas. Y luego la inspiración cercana, gente próxima con perfiles parecido al tuyo y que ha logrado hacer grandes cosas, algo sobresaliente. Son personas que generan un razonamiento muy común: «Si éste ha podido, ¿por qué no voy a poder hacerlo yo?». Creo que los dos perfiles son necesarios y, por lo que me dices… yo creo que estoy en la cercana (risas).
- Ese «poder lograr las cosas» es un mensaje troncal en De los Pies a la Cabeza: no tener miedo a intentar cosas. Decir que tenemos miedo a morir cuando a lo que demostramos miedo en realidad es a vivir.
- Sí, pero es difícil que la gente acepte ese mensaje así expresado, porque hay que matizarlo mucho. Vivir de una forma más limitada también es vivir. Otra cosa es experimentar, salir de la zona de confort. El problema de las frases es cuando no te mueven emocionalmente, porque entonces no sirven. Yo que he formado a cientos de vendedores en mi vida siempre les digo: «Nunca vendáis contra el subconsciente de la gente». La gente cree unas cosas… pues sobre esas cosas monta tu argumento, que seguro que hay hueco. Y a partir de ahí es cuando te escuchan. Ésta es una sugerencia de amigo y desde la admiración, eh…
- Pues como amigo, ayúdanos a mejorarlo. ¿Cómo lo harías?
- Es difícil elaborar un mensaje así de pronto. Suele venir pensando una cosa, luego otra y de rebote en rebote. Pero a lo mejor metiendo un adjetivo o un adverbio… Algo así: hay gente que tiene más miedo a vivir apasionadamente que a morir de aburrimiento. Puede ser, habría que trabajarlo.
- Uno de tus blogs se llamaba Revolución PYME y decía en la cabecera: «Hay revoluciones que se hacen con guillotinas y bayonetas; y otras, con sensatez, valentía y cerebro». ¿Esas son nuestras armas?
- Ese blog refleja lo que fue mi anterior etapa, que estaba más centrada en un entorno social de dificultad. Era una llamada a la acción y a la conciencia sobre lo que ocurre en el mundo de las empresas, que es una de mis líneas de trabajo: «Revoluciona la empresa, revoluciona tu forma de pensar». Muchos de los posts consistían en cuestionar cosas. Ahora estoy en una fase en la que he descubierto que el dominio de la situación individual te provoca cambios a nivel externo. Si eres dueño de tu actitud, de lo que piensas y sientes, lo que ocurre a tu alrededor en la vida es bueno. En lugar de centrarnos en los problemas, vamos a pensar en centrarnos en las soluciones, que era mi línea ya como consultor. Crecer como personas, como profesionales, sin excusas. Y explorar mucho los mecanismos del éxito, entendido el éxito como el logro de aquello que te propones.
- Precisamente quería preguntarte qué es para ti el éxito…
- El éxito es conseguir lo que te propones. No hay una realización material de una aspiración universal que le guste a todo el mundo. Cada uno puede anhelar algo distinto. Pero lo asombroso es que hay muchas cosas que nos ayudan a lograrlo y que solemos pasar por alto.
- ¿El éxito parte de dentro entonces?
- Es que pasa una cosa: la mayoría de la gente le regalamos una credibilidad enorme a la idea de que las circunstancias externas van a determinar buena parte de lo que nos ocurra. Partimos de esa creencia. Y eso nos limita muchísimo. Es como si fueras a hacer una paella y pensases que el 60% de lo bien que te va a salir depende de cosas que están fuera de tu alcance. Hay factores que ayudan, claro: unas buenas cigalas y demás (risas). Pero el buen cocinero la hace con lo que tenga y otro malo, ni con el mejor material. Es decir… céntrate en lo que está a tu alcance, que yo he descubierto además que es casi todo. La vida es hacer paellas y hacerlas sin fijarte ni quejarte de lo que tienes, porque eso es absurdo. Céntrate en lo que tienes y te saldrán unas paellas fantásticas.
- Hablamos entonces de explorar, descubrir y desarrollar nuestro potencial como individuos.
- Sí es eso, pero es que el potencial que cada uno tenemos también está por desarrollar. Mi experiencia es que hay una esfera en la que puedes aspirar incluso a acabar teniendo potenciales que, en principio, no tenías. En cuanto a capacidades somos la leche. A mí me alucina lo maravillosa que es la vida y la capacidad que tenemos de cambiar, lo que tenemos a mano para lograrlo.
- Se suele hablar de desarrollar al máximo tu potencial, pero tú apuntas incluso a incorporar potenciales que no tenías… Un desarrollo mucho más integral.
- No somos conscientes de hasta qué punto se puede lograr eso. Es que uno no sabe la cantidad de pensamientos negativos que tiene hasta que se pone a no querer tener pensamientos negativos. Entonces descubres la cantidad de miedos, de limitaciones que te ha impuesto la sociedad y que tú has digerido. ¡Y te creías que no tenías miedos! Los tenías: tú y yo y todos.
- ¿Qué son los miedos y cómo nos afectan?
- Suelen ser representaciones emocionales de algo desagradable. Hay muchos miedos: al dolor, a la soledad, a la enfermedad, a la incapacidad para afrontar las cosas… Te limitan mucho. El miedo te toca las emociones, pero la mayoría de los miedos son una creación propia y hay que enfrentarse a ellos. Como decía Eleanor Roosevelt: «Sólo hay que tener miedo al miedo». Si se lo pierdes, te puedes proponer casi cualquier cosa. La capacidad que tenemos para volar por encima de nuestro propio nivel como personas es embriagadora. Y para mí, poder trabajar en ayudar a la gente a desarrollar eso y darle claves para enfrentarse a sus miedos y potenciarse a sí mismas, convierte la vida en una cosa maravillosa.
- ¿Y cuáles son las armas del individuo en un momento y en un entorno como el actual?
- Una cosa antes de nada: no hay que insistir tanto en esa descripción negativa del entorno. A mí me parece que el entorno no es tan negativo: hay cosas muy mejorables, desde luego, pero yo no lo veo tan mal, ni siquiera al nivel económico al que estuvimos en su día. Hay muchas más cosas a favor que las que nos limitan. Una frase: no describas el mundo como no quieres que sea. Porque al final acabas viendo solo eso, acabamos atrayendo esa predisposición.
- ¿Rechazar los pensamientos negativos por improductivos?
- Desde hace unas semanas me sale explicar muchas cosas a través de microcuentos. Y hay uno que encaja aquí. Un niño se cae en el parque y cuando su padre se acerca y le tiende la mano, le dice: podemos hablar de dos cosas, de lo dura que ha sido la caída, de lo profunda que ha sido la herida y de lo que te escuece. O podemos hablar de cómo te has levantado y de cómo estás sonriendo ahora mismo. Las dos cosas son verdad. Esa disyuntiva es la que afrontamos continuamente en la vida. ¿De qué quieres que hablemos? Yo hablo siempre de que me he levantado y de que tampoco las caídas serán tan graves si te puedes levantar.
- «¿Qué coño es el estado del bienestar?», «No es una crisis, es un cambio estructural»… Tus libros, desde el título, apuntan contra la demagogia que ha proliferado en estos años.
- Cuanto más vulnerable se siente una persona, más expuesta queda a que la engañen. Siempre hay que vender lo que la gente percibe como necesario y urgente. Si es muy urgente y muy necesario, es muy fácil de vender.
- ¿Se vende de esa manera espuria algo tan necesario como el empoderamiento?
- Toda apelación a un mundo mejor -llámalo como quieras- es un camino que puede ser transitado por los manipuladores sociales. «Te vendo una cosa mejor pero no depende sólo de ti, ya te la daré yo». La cosa es desarrollar el potencial individual y que cada uno descubra y haga su camino sin necesidad de que ninguna otra estructura social tenga que venir a dárselo. Y frente a eso encontramos muchas manipulaciones sociales. Gente que te dice: «Yo te vengo a empoderar, pero para eso antes tú dame el poder a mí: me pones a mí de cabecilla y luego ya te daré yo el poder». Es un empoderamiento inverso. «Yo tomaré las decisiones diciéndote que las tomo para ti, algo que es todavía más inútil. Yo te daré un sueldo para toda la vida y así te soluciono la vida». ¿Así se empodera a la gente? Yo creo que no, pero bueno…
- Descríbenos el cambio estructural que ha seguido al periodo de crisis.
- A lo largo de la historia ha habido pocos cambios estructurales, de organización social, de magnitud importante. Pero ahora estamos en uno de esos cambios y como vivimos inmersos en él y va muy rápido, cuesta percibirlo porque es un proceso. La sociedad en un cambio de este tipo se organiza de una forma que no tiene nada que ver con la etapa anterior. Ahora hay factores como la automatización, la tecnología, la inteligencia artificial, nuevos agentes, que han cambiado el modo de organización. Este tipo de procesos suelen provocar una crisis, como las placas tectónicas cuando se mueven y chocan. Hubo una crisis, pero lo que ha quedado es que nos ha cambiado la vida. Ese es el cambio estructural. En esos procesos tan críticos la demagogia tiene el campo abonado para las grandes promesas. Como decían los nazis: cuanto más grande es la mentira, más fácil es que la gente se la crea. Parece absurdo, pero es una afirmación absolutamente cierta.
- ¿Y Superpyme cómo ha adaptado su relato a este nuevo escenario?
- Ahora estoy en otra cosa porque el que no ha digerido esto, es que ya no lo va a hacer o va a tardar demasiado. Así que me centro en esos objetivos de los que hablaba antes: ayudar a la gente a ser más feliz, a tener más éxito. La expresión externa de esto es mi último libro: «Story coaching». A través de cuentos reflexiono sobre determinados aspectos. Voy buscando la naturaleza última de las personas. Vender me ha enseñado que, cuando comprendes los deseos últimos de las personas, luego es relativamente fácil hacer la venta. Trasladado a esto, cuando comprendes como funcionamos, cuando sabes cómo opera el miedo, puedes ayudar a mucha gente que tiene miedo. Si no lo sabes, no puedes dar la receta. Ahí es donde surge el riesgo de los gurús prestados: me leo tres libros y los resumo y los cuento. Pero no sabes nada.
- Acabemos con un ejercicio de síntesis: déjanos una clave que nos guíe hacia estos objetivos.
- Pues mira… te voy a contar un microcuento (risas). El hijo trapecista le dijo al aprendiz: «La verdadera asignatura de la vida es aprender a creer en ti mismo». Y soltó las manos para ejecutar un triple salto impropio de su edad. Fin. Esa es la clave principal: aprender a creer en ti mismo…
- Inevitablemente eso espolea una pregunta extra: ¿Cómo se aprende a creer en uno mismo?
- Navegando por nuestras facultades, por nuestro lado oscuro: viéndolo, aprendiendo, desprendiéndonos de cosas… No es tan complicado, pero es que nadie nos enseña. Esta sociedad es una sociedad básicamente de estructura de dominación, en la que lo que se quiere es gente con la voluntad quebrantada, de acción gregaria. Por eso a lo que te enseñan es a moverte, pero hasta un punto. Te dicen: «Dibuja, pero dentro de la línea». Y claro, lo bueno está fuera de la línea. ¿Tú qué prefieres tener, un rebaño de ovejas o un rebaño de leones?
- …
- La mayoría quiere un rebaño de ovejas… salvo los muy leones, que piensan: quiero rodearme de gente que me impulse, que me alimente con su feedback. Pero son una minoría.
- Ese es un asunto muy amplio: por ese camino acabamos por tener que derribar los muros de la ciudad.
- No, no hay que derribar nada. Lo que hay que hacer es derribar los muros que uno se ha construido a sí mismo creyéndose esas historias. Como dice aquel relato típico: «Cuando era joven quería cambiar el mundo y me dispuse a hacerlo y muchos me siguieron; al madurar me di cuenta de que solo podía cambiar mi entorno y me siguieron menos; y ahora que soy mayor, comprendo que lo único que tiene sentido es cambiarse a uno mismo y para eso le pido fuerza a la vida». Pues ese es el secreto. No te dediques a derribar muros que están a cien kilómetros, cuando tienes un tabique delante de los ojos.