«Es muy fácil ser pacifista en la paz… lo difícil es no matar a tu padre en zona de guerra»
Gervasio Sánchez, periodista, ha convertido sus fotografías en un tratado de humanidad, dignidad, respeto, acusaciones al primer mundo y defensa de los derechos de los que no tienen defensa. Su obra, contada en años y en conflictos, acumula ya la dimensión incalculable, material y ética, del desastre sin medida que supone una guerra. Su recuento de los lugares por los que ha pasado y las reflexiones, la denuncia y la percepción del mundo que le han dejado, constituyen uno de los relatos orales más demoledores y torrencialmente descorazonadores que uno pueda escuchar. Y, sin embargo, en sus fotos hay esperanza. De esta charla terrible uno elige esta imagen perdurable: la de un elepé de los Rolling Stones, girando todavía en el giradiscos, en una casa abandonada por un muchacho que había tenido que huir de forma precipitada para no ser asesinado, durante la guerra de los Balcanes. «Entré en la casa y lo vi: era mi disco preferido de los Stones… Me di cuenta de que ese muchacho, quien fuera, compartía mi misma cultura y habría pensado o sentido cosas similares a las que yo sentía oyendo aquellas canciones. Pero él había tenido que salir corriendo de su casa para que no lo mataran». Un disco de los Stones girando en medio de la destrucción. Eso es la guerra. Gervasio Sánchez será uno de los ponentes del evento multiconferencia De los Pies a la Cabeza.
- Se lo voy a preguntar como lo preguntaría un niño… ¿por qué hay guerras?
- Hay guerras porque las guerras son un gigantesco negocio que beneficia a mucha gente individual, a muchos gobiernos, estados, banqueros, a muchas personas que hacen negocio en las guerras. Por eso nunca se acabarán las guerras.
- O sea, que su experiencia le sugiere un futuro desesperanzador.
- Miremos hacia donde miremos ha habido, hay o habrá guerras. Dentro de quinientos años o de mil años seguirá habiendo guerras, con seguridad. De hecho no hay ningún periodo de la historia de la humanidad en el que no haya habido guerras. Hace dos años se encontraron pruebas en el lago Turkana de Kenia de una matanza de mujeres y niños, con señales de violencia brutal. Las pruebas forenses y científicas de los restos dataron la matanza en diez mil años. Hace diez mil años ya nos matábamos. Siempre habrá guerra porque es un gran negocio, un gran negocio…
- ¿Pero cómo y quién pone en marcha la cadena del negocio de la muerte?
En el momento en el que empiezan a resquebrajarse y a desmoronarse los puentes de convivencia en la sociedad, ya hay gente midiendo el impacto económico que eso va a tener. En ese instante se dirigen las ventas de armas hacia esas zonas porque los protagonistas saben que se abre una gran ocasión para ganar dinero. Y para que haya negocios de armas tiene que haber bancos y cajas de ahorros -como ha pasado en España- que financien las armas, tiene que haber empresas que las fabriquen, tiene que haber políticos que justifiquen esas ventas aunque incluso violen las leyes de control de armas que tiene cualquier país europeo. - Empresas, bancos, políticos… Produce congoja pensar que los protagonistas de ese negocio puedan situarse en un entorno que nos resulta tan familiar.
- Te voy a poner un ejemplo: ¿quién es el máximo exportador de armas ligeras, que son con las que se mata, del mundo? Te respondo: la Unión Europea. La misma que se llena la boca con los derechos humanos, las leyes, los principios de nuestra sociedad, con la democracia, con los derechos y la dignidad de los seres humanos… Son ellos los que más armas ligeras exportan, que, repito, son con las que realmente se mata en las guerras.
- Pero volvamos al origen al que se refería: al Lago Turkana. Ahí no habría ningún negocio, pero ya había una pulsión violenta…
- Cuando una antropóloga forense de origen argentino que trabajaba para la universidad de Cambrigde describe lo que vio en esa exhumación del lago Turkana, y te describe cómo estaban los restos, piensas: si en aquella zona casi no hay habitantes hoy en día, y todavía había menos hace diez mil años, entonces ¿qué hizo posible que un grupo humano matase a otro grupo humano con ese ensañamiento y esa violencia brutal? Seguramente no fue un negocio, parece más correcto deducir que la lucha fuese por un territorio, tal vez por ganar un espacio. Esta deducción lejos de consolarnos aún nos deja peor, porque da para pensar que el ser humano tiene la violencia impresa en el adn. Una cuestión en la que pienso constantemente.
- ¿Y ha encontrado Gervasio Sánchez una respuesta a tan terrible cuestión?
- No lo sé con certeza, aunque lo que sí sé es que con el paso de los años y de las décadas he visto muchos comportamientos humanos en muchos lugares distintos: seres humanos de muchas razas, etnias, religiones… La conclusión es que cuando el ser humano actúa con violencia, su agresividad, su capacidad para matar, para hacer sufrir es descomunal. En esas situaciones somos como auténticas bestias.
- ¿A partir de esa certeza, dónde considera que estamos más cerca del hombre auténtico, de su verdad, de su naturaleza íntima: ¿en la guerra o en la paz?
- Los seres humanos somos por lo general muy cobardes. Nos dejamos arrastrar fácilmente por las olas. Olas de sentimientos, mercantilistas, de consumo, de violencia o incluso olas pacifistas. En el 2003 todos salimos a decir ‘No a la guerra’. El 92% de la población española estaba en contra de la guerra, incluidos los votantes del PP y del PSOE… Ahí es donde se acumulan las dudas, las preguntas: ¿por qué no salimos a manifestarnos contra la guerra de Ruanda o la de Bosnia en los noventa?, ¿qué hizo que todos fuéramos en esa línea hacia la paz justo en ese momento?, ¿quién dirigía la ola?, ¿qué hace posible que cuando todo se desmorona y sale lo peor del ser humano, la inmensa mayoría de la gente prefiera matar antes que morir?, ¿qué hace posible que los ciudadanos que hablan públicamente de paz, de esperanza, de ayuda, sean al mismo tiempo los que están tomando las decisiones que en muchas ocasiones embrutecen aún más un conflicto armado? Todas esas preguntas y todas sus respuestas, unidas a mi experiencia vital, me llevan a creer sinceramente que la verdadera faz del ser humano se acerca más a lo que se ve en la guerra que en la paz.
- Sin embargo nuestra sociedad se antoja plagada de personas bienintencionadas, amantes de la paz, contrarios a cualquier tipo de violencia.
- Es muy fácil ser pacifista en medio de la paz, es muy fácil no matar a tu padre en Zaragoza. Lo difícil es no matar a tu padre en una zona de guerra. He conocido a niños soldados que evidentemente no querían matar a su padre, pero que acabaron matándolo. Y cuando le preguntas a uno el por qué, te contesta que si no lo hubiese hecho hubiesen matado a su padre igual, y después a él. ¿Que cómo lo sabe? Lo sabe porque, en la misma situación, él mismo mató al padre de otro niño y después al niño. Es muy fácil ser feminista en un entorno favorable, es muy fácil criticar o decir lo que harías o no harías si tuvieses el poder estando en un entorno confortable, ajeno a la presión, lejos de la violencia extrema.
- Por otro lado, siempre existirá una justificación para mantener la guerra viva. Por ejemplo, una hipotética amenaza externa. Algunos estados se escudan en esa teoría.
- Israel es un buen ejemplo. Hace ochenta años la Alemania nazi justificaba sus actos contra los judíos. Hoy los nietos y bisnietos de esa sociedad tan golpeada, perseguida, asesinada cruelmente en campos de concentración, se comportan de una manera brutal con los palestinos, sin una mínima muestra de piedad, misericordia o empatía. Pero como conozco bien ese conflicto y he visto la evolución, podría hablar para hacer una entrevista entera. Y no disponemos de tanto tiempo.
- ¿Corremos el riesgo de relativizar algunos conflictos a base de verlos repetidamente casi en vivo y en directo a lo largo del tiempo?
- Podríamos relativizarlo todo, las guerras, las razones de unos o de otros, tal vez la corrupción… Podríamos pensar: como la gente que llega al poder se corrompe casi siempre, corrompámonos todos. Hace poco me decía un amigo: ¿quién no ha mentido en el periodismo? Le contesté: yo no he mentido nunca. No se puede justificar la mentira. Tal vez si hubiera mentido o me hubiese callado, algunas cosas me habrían ido mejor y hasta puede que tuviese una vejez mucho mejor en todos los sentidos, pero no lo he hecho. Hay gente que se niega a hacer determinadas cosas.
- ¿Cree que sería capaz de matar en una guerra?
- Si me tiene que costar la vida, no me negaría. Conocer gente que prefiera morir antes que matar, no es fácil. La propia supervivencia te impulsa a intentar no morir. En este sentido tampoco se trata de relativizar porque yo creo que las sociedades tenemos un sistema de valores, de reglas, de leyes que impiden que alguien haga algo sin pagar un precio.
- ¿Y ha conocido a alguien que haya preferido morir antes que matar?
- He conocido gente que ha muerto por no matar. No he conocido a nadie que haya preferido morir, porque si lo has vivido estás muerto. He visto a gente que ha muerto por negarse a disparar, porque tal vez se han quedado bloqueados ante la orden y los que están vivos en esas situaciones tan terribles, vivieron por disparar. No hay otra alternativa.
- Es difícil escapar a esa trampa.
- La mayoría de la sociedad civil alemana colaboró con los agresores nazis. Hubo muy pocas personas que se atrevieran a lo contrario, posiblemente por miedo a morir. Con lo cual, al final, no solamente son culpables los que disparan: también son culpables los que jalean, los que miran hacia otro lado, los que señalan, los que se aprovechan para sacar tajada. Así que cuando empiezas a sumar los renglones torcidos de la culpabilidad es difícil encontrar personas en la sociedad que estén libres de culpa.
- Efectivamente, la responsabilidad colectiva resulta una arista demasiado incómoda.
- Hace unos días estuve dando una charla en un instituto en Tarragona y les dije: ya que vais a Alemania, además de ir a los campos de concentración, id a Nuremberg, donde se hicieron las grandes paradas militares nazis, las leyes raciales que permitieron legalmente asesinar a los judíos y que hoy en día se ha convertido en un museo de la memoria. Es una demostración palpable de que hemos vivido en muchos lugares conflictivos.
- ¿Se repite una especie de guión común en este tipo de genocidios?
- ¿Cómo es posible que en unos meses del año 1994 en Ruanda 750.000 tutsis fuesen liquidados por los hutus, que eran los vecinos con los que iban a las mismas ceremonias y sus hijos a los mismos colegios? ¿Cómo es posible? Antes de que empezase la matanza se había deshumanizado a esas personas. Primero siempre hay un proceso de deshumanización, para que se haga más fácil matar. Los ideólogos crean esta atmósfera con la intención de arrastrar a una sociedad entera. Y eso se repite siempre.
- La sociedad a veces tiene la sensación de que la historia ya se ha terminado, que, al menos en Europa, las atrocidades son cosa del pasado que nunca se volverán a repetir. ¿Qué piensa de esto? ¿No estamos recorriendo caminos que llevan a cosas ya ocurridas?
- Pídele a cualquier joven estudiante entre 14 y 19 años, que todavía no haya ido a la universidad, que te hable de la historia de su país. Hay auténticas lagunas que se han saltado los procesos de enseñanza de los institutos. Es raro encontrar a un joven que sepa describirte bien qué supuso la guerra civil española. Y eso que sus consecuencias todavía están vivas en la sociedad española. Los jóvenes europeos piensan que Europa fue siempre un mar en calma, cuando nos matamos cada año, cada día durante siglos y hasta 1945. Nos hemos inventando la esclavitud, el genocidio, el totalitarismo, el fascismo, el nazismo… Todo lo peor nos lo hemos inventado en Europa y ahora queremos darles lecciones a los países que vienen detrás. ¿De qué vamos? Los europeos somos aún unos imberbes en lo que se refiere a la paz. Unos recién nacidos a la paz.
- Europa vive además unos años preocupantes con el resurgimiento de políticas y desencuentros peligrosos.
- Los gobernantes no admiten sus responsabilidades históricas, los historiadores tampoco ni, en consecuencia, los libros de texto. Salvo, excepcionalmente, en los países que perdieron la Segunda Guerra Mundial, donde existe un mayor sentido de autocrítica. En Francia no se habló del colaboracionismo francés hasta el año 2016. Pareciera que el genocidio judío fuese únicamente responsabilidad de la Alemania nazi. Pero también hubo genocidio judío en Hungría, Chequia, Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Rusia, Estonia, Lituania, Grecia, Rumanía,Francia, Italia, Yugoslavia… Hubo campos de concentración y deportaciones en toda Europa. Y los que mataban y deportaban en cada país, eran sus propios ciudadanos. Todo eso se ha olvidado, y así se intenta reescribir la historia, se intenta esconder la mierda histórica debajo de las alfombras de todo el continente.
- Esa desmemoria convierte todo en mucho más peligroso, porque se pierde el miedo del recuerdo.
- Empezamos a vivir momentos peligrosos con movimientos ultranacionalistas, se trata de imponer en la sociedad el pensamiento único: vemos países que en la Unión Europea se niegan a recibir a un solo inmigrante, quizá la Unión Europea debería sancionar y cortar el apoyo económico a los países con estas actitudes. Tal vez así las cosas comenzarían a cambiar poco a poco.
- Hablemos ahora de periodismo, que es su trinchera en esta guerra… Puede que el viejo periodismo no esté muerto del todo, pero… ¿dónde está, en qué momento se encuentra?
- Desde luego el periodismo no está en los despachos, ahí está encerrado el antiperiodismo. En los despachos se refugia la gente que ha hecho trizas el periodismo, la gente que lo ha pisoteado. En los despachos están unas gentes descomunales que se autodenominan consejeros delegados, gente cuya vida es la corrala con el poder. Ahí está la gente que se ha forrado con este oficio justo en los años en los que todo se desmoronaba. El periodismo está en los sitios donde mueren mis compañeros, donde los han secuestrado y asesinado a veces incluso públicamente. El viernes leí una lista en la que aparecían 25 periodistas muertos en lo que va de año, asesinados en diferentes conflictos armados. Ahí está el periodismo, mal pagado, pisoteado, sin ningún interés por parte de la mayor parte de los medios de comunicación. Ahí vive el periodismo, ahí se va a mantener el periodismo incluso aunque quieran cargárselo estos directivos vergonzosos y absolutistas del pensamiento único, ahí va a florecer y se va a mantener y cuando estos señores desaparezcan seguirá estando el periodismo. Pero los periodistas más valientes son los peor pagados, no sólo en las guerras.
- El periodismo no tiene buena prensa en este nuevo siglo.
- Mucha gente te dice: los periodistas sois unos vendidos. Yo siempre digo: no, mis compañeros que murieron no se vendieron. Murieron por ejercer el periodismo, murieron para que tú tuvieses una mejor información y para que de esa manera no te pudiesen manipular.
- Puede que el periodismo se haya muerto solo… pero lo hayamos matado un poco entre todos.
- Los ciudadanos tienen una grandísima responsabilidad: se han vuelto acríticos. Hoy solamente leen lo que quieren leer y escuchan lo que desean escuchar. Hace diez años yo criticaba al gobierno socialista porque con un discurso pacifista había sextuplicado la venta de armas españolas. España vendía 405 millones de euros con Aznar y acabó vendiendo 2.437 millones de euros en armas con Zapatero. Había gente que se me echaba encima y me decía que de dónde había sacado esas cifras, y eran cifras oficiales, las podían consultar. Al final es muy importante que los ciudadanos se den cuenta de que sin crítica vamos camino de convertirnos en una sociedad fácilmente manipulable.
- ¿Qué es una guerra por dentro?
- El mayor desastre que puede sufrir una sociedad. Aunque los puentes de convivencia estén a punto de hundirse, aunque los políticos se estén dando de puñetazos en el parlamento… es mejor que se siga manteniendo aunque sea un filo de convivencia antes de que empiece el partido bélico. Porque cuando empieza ya no hay dios que lo pare.
- ¿Y cuánto dura una guerra…?
- La guerra pude durar… En Siria la guerra dura ya siete años, pero la guerra de Afganistán cumplirá 40 años el próximo 31 de diciembre de 2019. Yo estaba en la universidad en primero de carrera cuando empezó la invasión soviética de Afganistán, y de esa invasión se derivaron un montón de conflictos que llegan hasta hoy; la guerra de Sudán lleva décadas, la de Colombia lleva más de 50 años y, pese a la firma de la paz, sus consecuencias durarán años. Una guerra por dentro es el mayor desastre y acaba convirtiéndose en lo peor porque mata físicamente, pero también moralmente, éticamente, mentalmente, económicamente. Yugoslavia era un país hasta 1991: hoy son siete países después de centenares de miles de muertos, decenas de miles de desaparecidos, decenas de miles de niñas y mujeres violadas, millones de desplazados y refugiados. Y el país ha sufrido un deterioro económico que lo ha hecho retroceder tres o cuatro décadas. Eso es la guerra, la guerra por dentro.
- ¿Cómo se vuelve de una guerra? ¿Es posible para quién la vive desde dentro?
- No es nada fácil, no me gusta hablar de sentimientos personales porque me parece hacer de menos a las víctimas reales. Ya tengo bastantes compañeros a los que les encanta hablar de sí mismos. Pero después de tantas décadas, soy uno de los más veteranos. No creo que sea bueno hablar en primera persona, particularizar todo ese dolor. Es como quitarle el espacio a esa gente que verdaderamente sufre la guerra y no puede decidir. La inmensa mayoría de la gente que sufre la guerra no sabe realmente por qué está su país en guerra. Estoy harto de comprobarlo: lo he preguntado mil veces y no he obtenido respuesta. Simplemente que un día les dijeron: o estás aquí o estás allá. Al final acabas viendo que los que sufren las guerras son la gente que no tiene medios para huir de sus países en conflicto. Los que se van, los refugiados que vemos en los últimos tres años llegar a Europa, son la clase pudiente y la clase media, que tienen teléfonos móviles como los nuestros, que saben inglés y se han podido informar. Los que han tenido dinero para pagar a las mafias malvendiendo sus propiedades. Los pobres de solemnidad se han quedado bajo las bombas, unos mueren y otros no. Regresar de ahí es difícil para quienes cubrimos los conflictos. Es difícil hablar, hay que evitar preguntas para no tener que contar algunas de las cosas que te han pasado o que has visto. Yo no se las cuento ni a mi pareja, ni a mi hijo.
- Firmada la paz, ha vuelto a lugares donde ha cubierto un conflicto…
- He querido regresar a los sitios con mucha violencia para intentar equilibrar. En 2002 viajé a Bosnia con mi mujer y mi hijo de entonces cuatro años. Ahí les enseñé y les expliqué algunas cosas de las que viví. Pero esas experiencias no son una aventura, y no se pueden relatar al compañero de trabajo o al amigo del instituto como si se tratasen de una aventura. Hay que buscar las formas de no caer en el estrés post traumático, y yo lo he canalizado volviendo a los sitios o escribiendo historias de postguerra con gente que ha sobrevivido: sus ilusiones de vida, sus amores, hijos…
- Hay horror en su relato, pero esperanza en sus fotografías.
- Si tú vives una guerra, el momento en el que dejan de caer bombas sobre tu cabeza, ya es esperanzador; si tú te quedas sin las dos piernas y sobrevives, el hecho de poder normalizar tu vida y tal vez seguir estudiando es esperanzador; si estás buscando a un ser querido durante años, encontrarlo es cerrar el círculo, el duelo. Para los seres humanos que viven las guerras, la violencia descarnada, una mejoría simple es un día esperanzador. He intentado mostrar en los rostros que hay esperanza, pero sin llamarla esperanza, porque es un término que me turba. Estoy harto de escuchar a poetas hablando de esperanza, compromiso y mierdas de éstas. Han cogido el lenguaje y lo han prostituido para llenarse la boca con su soberbia y la hipocresía y el cinismo. Me gusta contar lo que hay y que la gente llegue a sus propias conclusiones.
- Usted no se rinde. No le han ganado.
- También forma parte de no arrojar la toalla. Mis fotos en color son más duras, las hechas en blanco y negro son más calmadas, hablan más de la vida cotidiana. Buscan otro lenguaje, otra forma de contar las cosas. Con el tiempo llegas a la conclusión de que los muertos son el menor problema de la guerra, se entierran y punto. Pero qué pasa con los vivos, los supervivientes, la gente que se queda ciega o traumatizada de por vida, el miedo que te impide salir a la calle. Y son gente con los mismos sueños, la misma cultura y sentimientos que tenemos nosotros. Por eso creo que la esperanza está muy bien. Pero dime quién habla de esperanza y te diré si me creo sus putas palabras.