El éxito, el fracaso y otros impostores
Un atleta compite contra el resto de atletas pero, antes y sobre todo, lo hace contra sí mismo. El éxito, visto desde esa perspectiva, es un prisma con muchas caras. Por eso el deporte arraiga valores, enseña responsabilidad, y descubre los beneficios del sacrificio en la construcción de la personalidad. Y de la persona.
ISABEL MACÍAS, atleta nacida en Zaragoza en 1984, se ve a sí misma encarnada en una sola mujer, pero con muchos ‘alter egos’. Y cada uno de ellos son vidas que se suman, que se superponen como capas para conformar a la persona final, a través de procesos de aprendizaje, de experiencias, de momentos y situaciones. La existencia no es una carrera en línea ni una adición precisa, de resultados previsibles: Isabel tuvo que crecer rápido y el deporte fue su rayo de luz en un camino incierto. José Luis Morte, su profesor de Educación Física y primer entrenador, se convirtió en su ángel de la guarda y en el timón hacia una vida mejor. “Con el atletismo arraigué mi responsabilidad, mejoré mi carácter, aprendí infinitos valores y construí a base de trabajo y sacrificio la persona que a día de hoy soy”, dice Isabel Macías.
Después, la gestión de fracasos y victorias. Campeona de España y subcampeona de Europa de 1.500. Olímpica en Londres 2012. Su trayectoria atlética le ha permitido, en paralelo a su vida personal, atesorar una comprensión precisa del significado ambivalente del triunfo y del fracaso, esos dos impostores que denunciara Kipling. No son los únicos a los que ha señalado Isabel Macías. Y, entre medias, la voluntad irrefrenable por ensanchar los días: es diplomada en Magisterio de Educación Física y Educación Infantil, graduada en Periodismo y Master en Dirección de Comunicación. Presidenta de la comisión de Mujer y Atletismo de la Real Federación Española de Atletismo y “ferviente devota” de su deporte.