«El deporte es mi forma de intentar devolver a la sociedad una parte de lo que le robé»
Decía aquella frase de la película Magnolia: «Puede que tú hayas acabado con el pasado, pero no es seguro que el pasado haya acabado contigo». Chano Rodríguez sabe hace mucho que es imposible regatear esa parte de su vida en que perteneció a los GRAPO y fue condenado a 84 años de cárcel por su participación en el asesinato en 1984 de Rafael Padura, presidente de la patronal de empresarios sevillanos. «Llevo 22 años siendo Chano, el paralímpico que perteneció a los GRAPO», ha dicho en alguna entrevista. Una huelga de hambre en la cárcel lo dejó en silla de ruedas. Salió en 1996 en libertad condicional y Zapatero lo indultó en 2007, aunque esa gracia no se pudo hacer efectiva hasta 2015. Una huelga de hambre en la cárcel lo dejó en silla de ruedas. Abrazó el baloncesto primero y la natación después. No se siente orgulloso de su vida anterior, como tampoco presume de los triunfos en la piscina. Ha nadado en cinco Juegos Paralímpicos y va hacia los sextos. Tiene más medallas de oro que nadie. «Aprender del pasado, vivir el presente y trabajar para el futuro». Ese es su lema, el que transmite a los jóvenes en charlas, conferencias y congresos. Su motor para nadar. Cumplirá 62 años en febrero. Sebastián Rodríguez, el Chano, será uno de los ponentes del evento multiconferencia De los Pies a la Cabeza.
- Hace años un nadador me decía: cuando entrenas, te da tiempo a pensar en todo. ¿En qué y cuánto piensa Chano entrenando?
- Ese chico llevaba parte de razón, por no decir toda. Hay partes del entrenamiento que no te permiten pensar, porque tienes que estar objetiva y subjetivamente en el agua con los cinco sentidos. Pasas de 50 pulsaciones a 200 y el oxígeno lo necesitas para las series, muy repetitivas y a una gran intensidad. Pero sí… como él decía la natación es un deporte en el que el 80% es cabeza. Te pasas muchas horas mirando una raya y, encima, como yo les digo a los chavales cuando doy charlas, tienes arriba a un señor que pega gritos. Tus problemas intentas dejarlos fuera, pero a veces es inevitable que influyan en tu forma de nadar.
- Camino de los 62 años, tú todavía piensas en el futuro, en los Juegos de Tokio… en ampliar el palmarés. Esa aspiración sigue totalmente vigente.
- Esto es todo cuestión de cabeza. Aquí no hay dinero que valga. Puedes ganar mucho dinero pero, si no estás motivado, la cabeza no funciona en la piscina. La piscina no es una oficina, no te puedes engañar ni ahorrar nada. En la piscina se nota, en la competición se nota. Yo he tenido compañeros y amigos que en los últimos años estaban entrenando solo por el dinero, era una tortura… Y eso no puede salir bien. Aunque quieras el dinero, el cuerpo y la cabeza no te van a acompañar. Eso yo no lo he perdido. ¿Cuál es el secreto? Lo que hablábamos antes: poder llegar a la gente joven, poder decirle que a pesar de la silla de ruedas la vida sigue. Que no hay por qué quedarse en ella cobrando una pensión… Hay mucho que hacer.
- El anhelo de Tokio pasaba antes por lograr la beca en el Mundial de México. Y aquello estuvo en el alero por el terremoto que asoló el país…
- Fue muy complicado. El Mundial era en septiembre y coincidió con el terremoto. Ya estábamos a punto de ir a México, estábamos en el periodo de puesta a punto de la preparación: cuando has bajado volumen y afinas para la competición. Y te pones a punto para un día y una hora concreta, cuando es la carrera. Así que el terremoto lo trastocó todo, a mucha gente. Muchos dejaron de entrenar, otros siguieron, muchos no fueron por seguridad… Yo seguí con mi rutina normal, pero estuvimos casi dos meses de incertidumbre, sin saber donde se iba a celebrar y cómo. Algunos países, como Inglaterra, se negaron a llevar a sus deportistas por los riesgos de terremoto. Con lo cual, todo se hizo mucho más complicado. Fue muy duro entrenar con esa incertidumbre.
- Al final lo sacaste adelante. Ya miras a Tokio. A riesgo de que la pregunta suene improcedente… ¿llegar será suficiente o esperas aún sumar más medallas?
- Ya solo para llegar tienes que estar muy fino, porque las mínimas van a ser muy exigentes. El nivel que está alcanzando la natación paralímpica es altísimo, hablamos de centésimas de segundo. Si me toco la barriga, no llego. Solo llegar a Tokio ya sería un premio, desde luego. Pero soy ambicioso y conseguir una medalla allá sería una buena retirada. Para eso trabajo. Si no fuera para eso, se haría más difícil levantarme a las cinco y media de la mañana.
- Has nombrado la retirada… ¿piensas en ella para después de los Juegos?
- Sería el proceso natural, pero nunca se sabe. Siempre decido cuando estoy en los Juegos. Llevo cinco y desde el primero me llevan preguntando lo mismo. Así que nunca depende del resultado, de que obtenga medalla o no. Si me queda una beca, sería genial. Pero habrá que valorarlo en el momento. Hay cosas que pesan mucho, la familia pesa mucho… el sacrificio que haces, no ir de fiesta con los demás, pedir que te preparen algo aparte cuando vas a comer con ellos un cocido gallego… Yo creo que mi familia están más agotados que yo.
- Y aparte está el deseo de ser abanderado de España. ¿Será por fin en Japón?
- Por derecho deportivo, ya me habría tocado en Londres. Allí, por número de medallas, me correspondía y lo pedí. Soy el más laureado porque lo que cuentan son los oros y tengo ocho. Al final fue Teresa Perales y, evidentemente, yo ahí no podía hacer mucho. Miguel Carballeda, el presidente del comité Paralímpico, habló conmigo al respecto: «Chano, hay mucha gente que aún no está preparada para esto». Entonces yo ya había cumplido mi parte de libertad condicional de la condena, era totalmente libre. Por eso pedí ser abanderado. Miguel peleó para que lo fuese, pero hubo otro sector que no estaba maduro como para algo así. De forma que le dije: bueno, pues para Tokio. Y ahí sí que voy a pelear para ser el abanderado. Creo que me lo merezco. Para otras cosas, y no por falsa modestia, nunca alardeo de las medallas, pero en este caso sí que las he sacado a relucir porque creo que me corresponde. Si no es así, lo haré público. Y que me digan por qué no puedo ser abanderado.
- ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que se te vea sólo como a un deportista?
- Han pasado 40 años y mi trayectoria en este tiempo ahí está. Si eso sigue sin valer, bueno… no hay mucho más que decir. Hay mucha gente en el Comité Paralímpico Español que está a favor de que yo sea el abanderado. E incluso razonan que puede ser una magnífica historia que ayude a proclamar algunos valores. Un hombre que ha ganado tantas medallas, en una silla de ruedas. No quiero ser ejemplo de nada, pero… Lo vamos a pelear, mucha gente me dice a menudo que su federación me apoyará. Si me clasifico para Tokio, que es la primera condición, ya me encargaré yo de buscar ese apoyo.
- ¿Qué te dio la natación en el plano físico y en el personal?
- Siempre digo que para mí el deporte -también jugué muchos años al baloncesto- ha hecho cambiar mi vida 170 grados. Y digo 170 porque hay esos 10 grados que son cosa mía, defecto del animal. Si yo no hubiese hecho deporte, mi vida habría sido completamente diferente. No vamos a decir ahora si mejor o peor, pero distinta. Ésta es mi vida, la que yo escogí y he trabajado muchísimo. El deporte me ha hecho cambiar. No ideológicamente, porque ideológicamente sigo siendo igual, pero sí ha transformado mi forma de pensar.
- ¿Cómo te hizo cambiar el deporte, tú que venías de una posición de radicalidad extrema?
- No hubo un corte rotundo. Todo se produjo de una forma muy progresiva: ir peldaño a peldaño. Un día decides que quieres subir la escalera y la vida te va llevando por ese camino. Pero esto fue así toda mi vida, no solo en lo que respecta al deporte. También en mi proceso de radicalización en aquellos años hubo una progresión, no me volví radical de un día para otro. En el deporte, lo mismo. La vida me fue encauzando y me hizo ver que cuando eres joven piensas que solo hay una salida; y el deporte me permitió darme cuenta de que siempre hay más opciones y que las puedes tomar. Que nunca hay que llegar a los límites a los que se llega a veces.
- ¿Y esto cómo se lo cuentas a chavales jóvenes?
- A menudo me encuentro con chicos que son muy radicales. Son jóvenes, entran a internet, saben quién eres… y esos te ven algo así como un Che Guevara. Y soy yo el que tiene que frenarles y decirles: mira, no… Depende un poco de la edad del público, pero suelo empezar diciéndoles que soy el que soy por mi historia. Y no la puedo cambiar, pero no estoy orgulloso de una parte de ella. Soy el resultado de muchos golpes, como en la ciencia: ensayo, error. Nunca quise cargar a mi familia con el hecho de que yo estuviera en una silla de ruedas. Optar por el deporte también provocó escepticismo en mucha gente, que me decía que nunca viviría de ello y que no me iba a dar lo que me hacía falta. Bueno… me ha costado mucho y he trabajado mucho. Y aparte de comer, de que algo te dé de comer, hay otras muchas cosas importantes en la vida.
- En la tuya, ¿qué ha sido lo más importante que te ha dado el deporte?
- Digamos que mi pena física ya la pagué. Pagué 30 años en la cárcel y en libertad condicional. Pero la pena moral queda para uno, cuando te acuestas, y estás a solas contigo mismo y tu almohada. Muchas veces me preguntan qué busco ya con el deporte, si ya lo he conseguido todo… y yo creo que es una forma de poder estar en contacto con las personas, con la gente joven, y poder transmitirles mi experiencia. Ni soy un ángel ni fui un demonio, como se titulaba un documental que me hicieron en la tv portuguesa Sport TV. El deporte es mi forma de intentar devolver a la sociedad una parte de lo que le robé, el mal que pude hacer. Exceptuando la parte en que hubo víctimas, porque esa parte sí que no la puedo eliminar. Pero sí puedo contribuir a que otra gente no llegue a esos puntos a los que yo llegué. Mostrarles que, a pesar de lo que parezca, se puede salir y se puede seguir.
- Hablas de pena física y pena moral. ¿Te percibes a ti mismo como un hombre en redención constante y, quizás, imposible?
- No, no. Lo que hice, con la edad con la que lo hice, no lo justifico en absoluto. Fueron unas circunstancias. No lo justifico, eso lo repito y lo subrayo siempre. Pero eso es lo que hay, lo que hubo, y yo intento vivir mi vida y, como decía antes, intentar devolver aquello que pude hacer mal. ¿Por qué sigo nadando casi con 62 años? Mi motivación principal es esa: la única forma que tengo de llegar a toda esta gente, de ir a institutos, colegios, congresos… es el deporte. Las personas a veces cometen errores muy graves, algunos sin remedio, pero a pesar de eso hay que seguir adelante.
- ¿Y es posible el olvido social?
- No, no es posible el olvido completo. Es, como diría un católico, una cruz que vas a llevar toda la vida. Hemos avanzado muchísimo, pero hay una parte de la sociedad que no olvida. En realidad, yo siempre digo que no hay que olvidar en sí mismo. Lo que hay que hacer es mirar la trayectoria completa de una persona. Lo que hizo antes y lo que ha hecho después. En mi caso hablamos de hace más de 30 años. Nunca me he tenido que enfrentar a nadie de manera frontal, porque creo que cuando alguien te conoce todo cambia. Hay gente que puede decir: «Ostras, es que este tío ha sido un hijo de tal… o es todavía un hijo de tal». Y bueno, yo ahí trato de hablar con ellos y convencerlos.
- ¿Lo consigue?
- Hay una parte de la sociedad que nunca va a perdonar eso, por utilizar el término religioso. Es imposible redimirse con ellos. Pero siempre digo: no es posible porque, en realidad, ellos son igual que era yo en ese momento. Si me dijeras que hace dos días que salí de la cárcel… pero salí en el 94. Si a pesar de mi dinámica, mi actitud desde entonces, tú sigues pensando igual, pues entonces no hay nada que hacer. A alguien con esa postura le diría: perdona, pero tú no eres mejor de lo que yo era entonces.
- ¿Cuántas horas entrena el paralímpico español más longevo?
- El entrenamiento varía en función del objetivo. Este año, desde diciembre a agosto es un año, entre comillas, relajado. Venimos de dos años a muerte. El previo a Río de Janeiro, primero; y después empezamos con el Mundial de México… en el que nos jugábamos todo: si no entras entre los tres primeros, la beca que te queda es de risa. Este año solo hay Europeo y eso hace que, aunque tengas que estar bien, no está la presión de la beca. Cuando llegas a estos niveles, esto es un trabajo. No es que estés ocho horas en el agua, ni Mireia Belmonte lo hace. Físicamente no puedes estar más de dos horas y media. Entreno dos horas y media en el agua, en dos sesiones, y una hora y media o dos en el gimnasio. Pero el entrenamiento tiene otras partes, aparte de la piscina. Es lo que llamamos el entrenamiento invisible: es decir, todo lo que se sale de la piscina. Los estiramientos, las horas en el fisio, el gimnasio, la alimentación, cuidarte… Todo eso es muy importante y yo lo cuido mucho.Lo que te decía: como un trabajo.
- ¿En qué estado de salud está el paralimpismo español?
- Esto intento decírselo siempre con los chavales, incluso a los que ya están en la Residencia Blume. Yo he vivido los días en que te tenías que pagar hasta el bañador. Ahora somos profesionales. Con José Ramón Lete en el CSD, nuestras becas han tenido un gran impulso desde Pekín. Ahí dimos un paso cualitativo en cuanto a que se nos viera en los medios, pero los Juegos de Londres fueron los que dieron un cambio radical al deporte paralímpico. Creo que vamos en un buen camino, pero también necesitamos que se profesionalicen los dirigentes, porque cada vez hay más dinero y hace falta mucha gestión.
- Y la competencia deportiva es cada vez más feroz.
- Un chaval con el que compito ahora lleva desde los 14 en un centro de alto rendimiento. Todos los países están apoyando mucho el deporte paralímpico, al menos todos los que tienen el suficiente desarrollo para permitírselo. Es un avance claro en la sociedad.
- ¿Y en la sociedad hay un avance paralelo con respecto a la discapacidad?
- Sin duda. Pero yo desmitifico mucho la discapacidad cuando hablo con la gente. Siempre que puedo, sobre todo en las charlas o cuando me presenta un periodista… procuro que se rebajen los adjetivos. Por ir en una silla de ruedas ni soy mejor ni soy peor. Trabajo como el que más, eso sí. Pero no hay que presentarnos como si fuéramos héroes inalcanzables. Si a la gente le pones delante un súper héroe dice: «Yo ahí no voy a llegar». Claro que vas a llegar. Pero a través del esfuerzo y del trabajo. No somos irrepetibles. Y todo el mundo puede hacerlo.