Los intocables merecen su futuro

En el límite sureste de la provincia de Madrid, cerca de la humilde localidad de Brea del Tajo, se encuentra el centro de menores Teresa de Calcuta, una santa que desarrolló su misión sin separarse nunca sus ‘intocables’: los más desfavorecidos entre los más desfavorecidos. Cuando naces en el sótano de la jerarquía social, cruelmente vertical, salir es mucho más complicado que entrar en callejones sin aparente salida.

Aquello que te toca vivir de niño marca a fuego el resto de tu existencia, es cierto. Tanto como que todos merecemos escapar de nuestros infiernos. Nunca creeremos en el futuro si no creemos en nuestro presente. Y para quienes han llegado al umbral de la vida adulta tan azotados por la cara más miserable de la vida, ese motor de arranque puede necesitar que lo encienda una voz amiga.

Con ese ánimo y con la convicción de que un centro de menores no debería ser el irremediable eslabón anterior de una cárcel, volvimos diez meses después a un lugar donde las miradas hablan y los ojos todavía brillan. Son nuestros intocables y merecen el presente de que se crea en ellos, para que ellos crean y construyan su futuro. De los pies a la cabeza.

 

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