Cárcel abierta
Que nadie llame a seguridad. No hay ninguna reja a medio cerrar, ni se ha producido ninguna fuga con nosotros presentes. Tampoco en el centro penitenciario de Daroca, donde volvimos a compartir nuestra charla ante una treintena de internos dos días antes de que se completara febrero.
Ingresar de manera voluntaria a un lugar así deja enseñanzas de todo tipo, desde la primera vez. Te aleja del reduccionismo propio de los prejuicios y de las creencias: ni son malos todos los que hay dentro, ni somos mejores todos los que estamos fuera. Y sigue haciéndolo en cada ocasión, por más que acumules. De los pies a la cabeza.
En esta visita nos sorprendió la presencia de dos conocidos: un vecino de edificio y un compañero de profesión. La cárcel está abierta para todos. Nadie es ajeno a poder cometer un error grave y tener que rendir cuentas por ello. Incluso aunque hayas tenido la suerte de no nacer en el lado más desfavorecido de la vida.