«Cada vez que doy una charla en la universidad, descorazono a los estudiantes»

Antoni Daimiel nació en Ciudad Real en 1970, pero a los cuatro años su familia se instaló en Valladolid. Acabó llamándose Antoni porque ni sus padres ni los registros se ponían de acuerdo entre Antonio y Antonino, nombres que ya habían estado en la familia. «Cuando tuve la edad suficiente fui al Registro y oficialicé el Antoni», zanja el episodio. Aún sin edad suficiente ya había alcanzado la convicción, nada pueril, de que deseaba ser periodista. Pero llegado el día comenzó estudios de Derecho, un desvío provocado por la ausencia de oferta universitaria en la ciudad castellana a finales de los ochenta y por esa convención muy de la época, que sostenía que las leyes eran el único camino hacia «una vida digna». La expresión es suya y no ahorra ironías. Después de casi 30 años de periodismo, Daimiel profesa la inevitable fusión entre el realismo y el sarcasmo. Y ejerce situado en un territorio  muy poco común: el de aquellos que entienden que hay que tomarse más en serio el periodismo y menos en serio a los periodistas. Lo último que le hacía falta a la profesión era que el ego pasara a llamarse marca personal. Esta conversación generó en el entrevistador tantas identificaciones -en lo cronológico, lo superficial y lo profundo (?)- que por momentos parecía la broma de un espejo ventrílocuo. Corrió el peligro de convertirse en un monólogo a dos voces. Salvo que la de Antoni Daimiel, ponente en el evento multiconferencia De los Pies a la Cabeza, es por derecho propio inconfundible. Suena a madrugadas, baloncesto, televisión y periodismo. Suena, aunque esto lo digamos con un inevitable pudor respetuoso, a Andrés Montes.

  • Permíteme empezar por un episodio personal: uno de mis recuerdos más felices en el periodismo siempre ha sido el viaje entre Orense y La Coruña, en la Copa del Rey de baloncesto de 1993, en el coche de Antena 3 Radio con Andrés Montes. Yo recuerdo siempre aquellas dos horas como un momento cumbre de mi vida profesional, divertidísimo y enriquecedor. Bañado de idolatría. Y tú compartiste noches y noches con Andrés.
  • A Montes lo conocí en realidad en una comida unos meses antes de empezar juntos a hacer partidos en Sportmania, con otros compañeros periodistas en Sevilla, donde él iba a transmitir un partido de fútbol para Radio Voz. Andrés era un personaje muy interesante, y siento un poco que mucha gente que era gran admiradora profesional no lo conociese en su faceta personal. Porque era muy interesante y muy diferente. A veces arisco, es verdad, tenía un carácter fuerte, pero a mí como compañero y amigo me parecía alguien que te enriquecía mucho, porque no era nada previsible. Te mostraba visiones de la vida, de la profesión y del deporte que no encuentras en la mayoría de la gente.
  • Empezasteis a narrar juntos el año del regreso de Magic Johnson tras su retirada por el SIDA. Un reclamo formidable.
  • Canal+ compró los derechos secundarios de ACB y la NBA en octubre o noviembre de 1995. Cuando empezamos a emitir, la temporada llevaba un mes o así, y nosotros arrancamos en diciembre con Andrés Montes y Sixto Miguel Serrano como narradores. Andrés hacía como tres o cuatro partidos por semana, repartidos entre Canal+ y Sportmania. Yo empecé como comentarista en Sportmania y alternaba partidos con Andrés y con Sixto.
  • Aquella reunión era tremenda. A esos tres periodistas hay que sumar a Santiago Segurola y a otro que casi nadie recuerda: Luis Gómez, que entonces era jefe de Deportes de El País y cronista de baloncesto y ciclismo.
  • Segurola era el comentarista titular, pero durante la temporada empezó a tener problemas para estar en todos los partidos por sus compromisos laborales. Así que hacia los playoffs de 1996, cuando se daban más partidos, incorporaron a Luis Gómez para cubrir la rotación. No sé si también porque entonces aún no confiaban mucho en mí como comentarista. Yo también admiraba mucho a Luis Gómez y sus crónicas en El País… Ahora recuerdo: aquel primer partido fue un Lakers-Warriors, con el regreso de Magic. 30 de enero de 1996. E invitaron a comentarlo, aparte de los que estábamos, a Miguel Ángel Paniagua y Vicente Salaner.
  • Bueno, Salaner fue el primer comentarista de NBA que yo escuché en mi vida, en los partidos de los primeros ochenta que, por cierto, me pasaba Joaquín Ruiz (ex jugador y entrenador de baloncesto), con el que éramos amigos y jugábamos al básquet desde niños en el colegio… 
  • Exacto, Salaner aparecía con Ramón Trecet en TVE. Por cierto, muy buen tío, Joaquín. Aún tengo contacto ocasional con él, ahora que está en China… Nos conocimos en su última etapa como jugador y ya como entrenador y tenemos amigos comunes.
  • Volvamos atrás para trazar tu perfil mucho antes de todo aquello. Naces en Ciudad Real y desde niño te crías en Valladolid. Y te llamas Antoni pero no hay traza de catalán en ese nombre…
  • Desde los cuatro hasta los 20 años, cuando me vine a Madrid para estudiar Ciencias de la Información en la Complutense, toda mi infancia y juventud las pasé en Valladolid, donde me hice persona. Lo del nombre es una historia un poco larga, pero básicamente no es el Antoni catalán o valenciano, sino que es un nombre al que llegamos porque entre mis padres hubo debate. Un abuelo se llamaba Antonio y el otro, Antonino. Cada uno de mis progenitores me quería poner como su padre. Cuando nací, en el registro bautismal estaba con un nombre y en el registro civil, con el otro. Así que imagínate el lío en el colegio y en todos los lados. Cuando tuve edad para acabar con eso (risas) me fui al registro y me puse oficialmente Antoni, que era como me llamaba todo el mundo.
  • Será por identificación generacional, pero eso de ser de Letras y ponerse a estudiar Derecho porque era la única manera de estudiar algo con salidas, a uno le suena absolutamente familiar. Muy ochentas…
  • Es que de estas cosas se habla poco y todo va tan rápido que parece que lo que ocurrió hace 30 años fue anteayer. Yo desde muy niño tenía una clara vocación por el periodismo, que de verdad no sé de dónde me salía pero era muy evidente. Y ya con 13 o 14 años mi padre me decía, intentando disuadirme: «Si te decides por Letras, a lo mejor puedes ser periodista… pero haciendo otra carrera». Él ya sabía que el periodismo era una carrera que atraía mucho, pero que no iba a ser lo más seguro del mundo. Incluso todos nosotros en COU, cuando ya había que decidir qué estudiábamos, teníamos claro que si éramos de Letras y queríamos tener una vida digna (risas) había que estudiar Derecho. Irse a una Filosofía, Historia, Lengua, Bellas Artes y cosas así… eso era tirarse al vacío. Si acaso, las Filologías competían, pero nada más.
Yo siempre quise ser periodista, pero mi padre trataba de disuadirme. Empecé Derecho porque parecía la única forma de asegurar una vida digna, hice oposiciones para la Junta de Castilla y León... Pero al final a los 20 me fui a la Complutense Share on X
  • Al final, el despecho por un mal examen de Romano te recondujo hacia el periodismo…
  • Bueno, fue aquello y más cosas. Porque yo vivía con desencanto el haberme matriculado en una carrera que no me gustaba, así que en ese periodo llegué incluso a presentarme a unas oposiciones para administrativo de la Junta de Castilla y León. Saqué bien la primera prueba y me acabaron tirando en la de mecanografía (risas). De aquello tengo un recuerdo tremendo, el examen en una sala con cientos y cientos de personas escribiendo a máquina.
  • Parece una escena sacada de alguna pesadilla de alienación del hombre…
  • …pero es que estuve mucho tiempo estudiando Mecanografía para presentarme a aquella prueba. Si llego a sacarla, no se hubiera dado nada de lo que ha venido después (risas).
  • Al final resulta que aquel salto al vacío que temía tu padre cuando decías que querías ser periodista ha acabado siendo un vacío que se nos traga a la profesión y los profesionales. ¿Has imitado alguna vez a tu padre y has tratado de disuadir a chicos o chicas que te decían que querían ser periodistas?
  • Desde el principio yo he tratado de ser realista. Es verdad que esta profesión ha ido a peor en estos últimos años y que la crisis ha afectado mucho, pero en realidad desde que yo recuerdo el periodismo nunca ha estado bien. Yo tuve suerte de coincidir con el nacimiento de Canal+ y he vivido durante años la cara amable del periodismo, pero eso no me hacía perder la perspectiva. Mucha gente cree que lo que ellos viven es lo que le pasa a todo el mundo. Yo era curioso y cuando me juntaba con compañeros haciendo alguna cobertura o un reportaje para El Día Después, preguntaba, hablaba de cómo estaban los demás en otras provincias o ciudades españolas, compartíamos situaciones laborales, sueldos, condiciones, días libres… Y siempre me di cuenta de que el periodismo era una profesión diferente. Y que la gente, desde fuera, veía las diferencias buenas… pero hay por dentro muchas cosas malas que no se saben.
  • Si nos metemos en este agujero no salimos, Antoni…
  • Es que en cualquier profesión que miremos, en todos los sectores, si tú eres un profesional y has tenido éxito con tu labor y aportas un valor a la empresa, por lo general tu carrera está garantizada. En esa empresa o en otras. Pero en el periodismo esto no pasa (risas). Conocemos muchos casos de gente que ha estado muy arriba, en televisión o en radio, y tres o cuatro años después está en el paro. Así que de eso te das cuenta. Y cuando me llaman para dar una charla en una universidad o en un Master (ahora cada vez hay menos charlas en universidades y más en Masters privados, jaja), trato de ser realista y de decirles lo que hay. Eso, claro, quizás haya llevado a que no me llamen más para ir, porque desmoralizo a los estudiantes. Y no es lo que quieren en la universidad (risas).
  • Algunos le dirán cinismo… pero en cierto modo es apenas realismo.
  • Claro, mucha gente se ha quedado por el camino, mucha otra gente no ha llegado siquiera a poder ejercer. Hay un grandísimo número de personas que no han podido vivir de esto. Así que yo siempre aconsejo que el periodismo sea un plan B… O que si es el plan A, tengas un plan B alternativo. Porque todo el mundo necesita vivir de algo y el periodismo eso, en muchas ocasiones, no lo garantiza.
  • Uno también ha sentido que el periodismo siempre estaba en crisis, desde principios de los 90, que es cuando empezamos a ver recortes. Pero además de esas crisis externas, hay otra endógena que es la de la falta de profesionalidad, la del modelo de periodismo, la de los personalismos, los intereses espurios… en fin.
  • Hace mucho tiempo que se superponen varias cuestiones. El periodismo en general, y no sólo el deportivo, ha empeorado en cuanto a calidad. Esto mucha gente no lo quiere ni oír ni compartir, pero es así. Después de años de desarrollo tecnológico suena raro decir esto, pero tú ves programas de TVE de cuando las privadas aún no existían y, con la lógica diferencia tecnológica, en cuanto a contenido son programas superiores a lo que se hace hoy en día. Y las cosas que se estudian en la universidad, aquello del rigor, la estructuración de la información… todas esas cosas se han perdido.

Daimiel y Montes en uno de los innumerables partidos que compartieron en las madrugadas de Canal+.

  • Tu actitud siempre ha sido la de dignificar el periodismo deportivo, considerarlo tan serio como cualquier otro periodismo.
  • Debería serlo y, sin embargo, incluso desde dentro del propio periodismo, desde la dirección de medios, se tiene al periodista deportivo por un tipo inferior de profesional, como si fuéramos gente menos preparada o algo así. Claro que luego hay ejemplos en el periodismo deportivo que, en fin… les damos la razón. Pero esto no es exclusivo del deporte. También en otras áreas del periodismo hay profesionales que no son precisamente un ejemplo.
  • Hay periodistas deportivos forofos y periodistas políticos de partido… Y otras perversiones. ¿Cuánto daño le hacen a la profesión los periodistas con camiseta?
  • Ha habido gente que ha sacado mucho beneficio y partido de alimentar este asunto. Y así tenemos niños, jóvenes e incluso millennials que no conciben el deporte, la comunicación y el periodismo deportivo sin ese componente de forofismo. Hay un déficit de pedagogía y de formación, no sólo en los periodistas sino también en los ciudadanos y en quienes consumen esos contenidos, que hace imposible darle la vuelta. ¿Cómo le haces entender ahora a un chaval de 20 años que lo que dices, como periodista, no lo dices porque seas de tal o cual equipo, sino que es tu criterio profesional? Es muy difícil porque, claro, él te puede dar múltiples ejemplos de periodistas que han tenido éxito y que sólo viven de eso, del forofismo.
  • Lo tienen asimilado como lo normal…
  • Ahora se produce una situación que es inconcebible. Si tú a un espectador le preguntas antes de que empiece uno de estos programas de tertulia -sobre todo en la televisión, aunque no sólo-, si le preguntas qué va a decir cada uno de los invitados sobre tal o cual tema, lo adivinaría sin ningún problema. Y aun así lo ven. Es el mismo fenómeno que, fuera del periodismo deportivo, lleva a tanta gente a ver programas sobre la vida de gente que en realidad no ha hecho nada en la vida. Sino contarla. ¿Qué sentido tiene?
  • ¿Cómo te proteges de todo eso sin caer en el aislamiento?
  • Lo bueno de estos tiempos es que te dan un abanico muy grande de opciones y lo que cada uno debemos hacer es buscar. Siempre con la intención de que lo que veas o leas, te enriquezca. Y te ayude a crear la memoria y la documentación, la información que tú quieras acumular. Y, sobre todo, que te ayude a formarte tu opinión. La opinión debe ser una cosa muy personal que te formes a través de inputs que recibas de aquellos lugares que te parecen fiables. Es difícil, es cierto. Pero lo que hay que hacer, insisto, es evaluar, escuchar, probar casi de todo y saber qué es lo que te aporta.
  • Frente al prestigio y la credibilidad bien ganada que los espectadores y compañeros te otorgamos, es muy significativo cómo te ríes, por decirlo de algún modo, de tu propia trayectoria como periodista: eso de quedarte enganchado en la figura del comentarista nocturno de baloncesto al que muchos compañeros adelantan a la hora de obtener promoción o más responsabilidades en la empresa. 
  • Me tocó ese rol. Quizás si yo en ese momento hubiera sido consciente, habría actuado de otra manera. Pero eso no habría asegurado que me fuera mejor o peor. Partamos de una base: yo no quiero sonar victimista porque no he sido una víctima. He sido en muchos aspectos un privilegiado, por azar o por lo que sea. La gente solo ve que sales en la tv, hablas de un deporte que les gusta… Pero hay otras cuestiones. Como cualquier empleado de una empresa, uno quiere hacer bien su trabajo y ser un buen profesional, pero además también quiere evolucionar dentro de esa empresa. Y yo he sido mucho de mi empresa, que ha tenido diversos nombres, la he sentido de corazón. Porque, además, es una empresa que nos concedía la posibilidad de elegir lo que queríamos hacer. A mí me ofrecieron seguir como reportero de fútbol en El Día Después y dejar la NBA, pero yo elegí seguir ahí porque me parecía que profesionalmente tenía sentido. Lo hice con un gran sacrificio personal, que tiene que ver con el hecho de trabajar hasta cuatro o cinco noches por semana y de vivir durante muchos años con el horario cambiado. Pero tampoco en eso fui una víctima. Mucha gente trabaja por las noches en empleos mucho más ingratos y duros.
Aquí cualquiera que firma cosas supuestamente importantes o que tiene un puesto en un medio o sale en la TV se cree una estrella de Hollywood. Y esta es una profesión como otra cualquiera... Share on X
  • Otra vez una elección… y lo imprevisible de sus consecuencias.
  • Cuando llevaba un año así en ese estatus, para los Juegos de Atlanta en 1996, hubo una reclasificación en el departamento y me hicieron redactor superior, que se supone que era responsable de algún programa en concreto. Y a lo que me suelo referir es que, diez años más tarde, cuando miré alrededor, me di cuenta de que llevaba diez años con el mismo sueldo + IPC, haciendo lo mismo, trabajando de noche, y que otra gente a mi alrededor eran ya redactores jefe y cosas así. ¡Me han adelantado sin intermitente, por la derecha, y ni me he enterado! Claro, no me enteraba porque yo iba por las noches a trabajar y luego durante el día no asistía ni a reuniones, ¿sabes? (risas). La noche era, a la vez, un refugio y un exilio. Me daba un reconocimiento profesional pero sobre un producto minoritario, porque no se puede obviar que hablamos de un deporte que se emite en cerrado y de madrugada.
  • Pero con más repercusión de la que parece por esas condiciones casi clandestinas, ¿no?
  • En ese dilema, en 2006 dejo de hacer la NBA y me integro en Informe Robinson. Me empiezan a llamar para colaborar de otros sitios y, cuando me piden que regrese a hacer NBA es cuando me proponen ser autónomo. A partir de ese momento todo cambia mucho: la vida, la perspectiva, los planes… la sensación de interinidad. Hay otro asunto, que también he hablado con compañeros de la profesión: muchos periodistas de nuestra generación nos hemos quedado en tierra de nadie. Ha habido mucho jefe, responsable, director, que lo era con veintipocos años… y lo sigue siendo con sesenta. Y a nosotros, los que ahora vamos camino de los 50, no nos ha llegado esa oportunidad.
  • ¿Se echa la culpa de eso también a usted mismo cuando reflexiona sobre ello?
  • Seguro que he tenido parte de culpa, desde luego. Es verdad también que, a veces, cuando te proponen asumir una responsabilidad en el periodismo, eso no va acompañado de una mejora en la retribución ni en las condiciones profesionales. Mucha gente lo acepta, como preámbulo de lo otro, pero yo nunca lo he aceptado. Decirle a alguien lo que tiene que hacer cuando esa persona cobra más que tú… eso es bastante complicado. Yo no me veo como alguien díscolo, pero en las pocas reuniones a las que he ido siempre he dado mi opinión y he tratado de rebatir criterios de otros si lo creía necesario, porque creo que solo abriendo el abanico de pareceres se llega a las mejores soluciones.
  • Esto también tiene mucho que ver con el ego y con el afán de notoriedad, que son moneda común en el periodismo pero que, creo, no tienen que ver con Antoni Daimiel…
  • Es que la gente se engaña con esas cosas en esta profesión. Aquí cualquiera que de repente firma cosas supuestamente importantes porque son sobre equipos importantes, o que tiene un puesto en un medio, o sale en la tv… se creen estrellas de Hollywood. Y esto es una profesión como otra cualquiera, y lo tiene que ser. Ya hemos hablado de que el periodismo es una profesión peor que otras muchas en muchos aspectos… así que no puede ser mejor en general que las demás por este tipo de cosas, por el hecho de que alguien te reconozca por la calle. Hay cosas buenas y malas, privilegios e injusticias, como en cualquier lado.
  • ¿Cómo le ha afectado en lo personal ser una criatura de la noche?
  • Después de tantos años trabajando de noche tengo algunas cosas muy claras. Primero, que quien no lo hace no sabe lo que es, no sabe hasta qué punto puede trastornarte mentalmente, el cambio de horarios, de dormir, de comer… El impacto que tiene en tu vida social. Creo que para haber estado 20 años haciéndolo, demasiado bien lo llevo. Me han ayudado algunas cuestiones casuales, por mi manera de ser, por mi entorno. Siempre me ha gustado madrugar poco y trasnochar mucho. Ya en Derecho escogí el turno de tarde… Durante años, inconscientemente he evitado el jet lag, y hasta mantenía el horario aun cuando no trabajaba. Me he pasado años, décadas podríamos decir, acostándome a las cuatro y las cinco de la mañana y levantándome por lo menos siete horas después. Lo de las ocho o las nueve de la mañana lo he vivido poco. En fin… que me ha ido bien pero no se lo recomiendo a nadie. Y, aunque hay que recordar que en el Estatuto de los Trabajadores se establece que las horas nocturnas se han de pagar mejor, he visto a gente que no podía. Hubo una vez que en Canal+ se retransmitió la Copa América, tuvieron que trabajar de madrugada durante dos o tres semanas y hubo compañeros que se convirtieron en auténticos despojos humanos.
La noche ha sido para mí, a la vez, un refugio y un exilio. Me ha dado reconocimiento profesional, pero un día me di cuenta de que llevaba así diez años y de que muchos compañeros me habían adelantado en la empresa mientras yo trabajaba de noche Share on X
  • Ahí el drama es el día que tienes que ir al médico…
  • A hacerte análisis de ocho a diez de la mañana. O al banco. Sí, eso era un desastre.
  • ¿Te has planteado alguna vez dejar el periodismo?
  • Como actividad laboral, el periodismo es lo que más me gusta hacer. Pero sí me habría gustado probar otras vertientes, sobre todo fuera del periodismo deportivo. En otras áreas que no fueran el deporte. Aquí somos muy de encasillar a la gente: a mí todavía me afean que hable de otro deporte que no sea el baloncesto y me dicen que me dedique sólo a la canasta. Pero, fuera de eso, insisto que estoy muy satisfecho de lo que he hecho profesionalmente y no tengo grandes ambiciones incumplidas. Lo que me gustaría es vivir razonablemente bien de mi trabajo, siempre que sea posible.
  • Se ha hecho muy famosa la historia del inquilino que tienes en un piso de tu propiedad y que no te paga…
  • A posteriori, lamento que esto haya salido a la luz, pero fue en La Resistencia, un programa de Movistar+ en el que el presentador siempre pregunta por el dinero que tienes. Y tratando de explicar cuál era mi situación, pues acabé contando este asunto. Enseguida le llamó la atención e indagó en ello. La gente sigue haciéndome bromas y la verdad es que, como ejercicio sociológico, de cómo reacciona la gente en un caso así, a lo mejor es interesante. Un alto porcentaje de personas se ríen o consideran que soy tonto, otros no se lo creen. En fin, es algo que pertenece más al terreno personal y, si lo llego a saber, no lo cuento. También me preguntaron en otra entrevista en el programa Seis Mujeres sin Piedad, y ahí traté de explicarlo. Hay gente que paga a cuatro ONGs… pues en realidad yo lo tengo como algo así. No me lo he planteado más allá de eso. Claro, si en algún momento tengo una necesidad económica pues tendré que darle solución, pero…
  • Lo interesante es lo que la anécdota, hecha viral, dice sobre la persona. La actitud que mantienes ante una cuestión así.
  • Es que ahora, como se publicita todo en las redes sociales, se genera enseguida un encasillamiento de cualquier postura u opinión. Se dan por hechos supuestos y cosas que no tienen por qué corresponderse con la realidad. Seguro que hay muchos casos de personas que, después de mucho esfuerzo y de trabajo, se han comprado un inmueble con la idea de que eso fuera una inversión que les pudiera ayudar en momentos difíciles, y se encuentran con gente que con buena o mala intención deja de pagarles. Y eso supone un problema irresoluble para el propietario. Y habrá otros casos que tendrán que ver con la necesidad de gente de tener un techo, una vivienda, por las cosas que han ocurrido, imposibilidad, la deriva del mercado laboral… Siempre hay que tener muy presentes los derechos fundamentales del ser humano. Al final, todo esto lleva a situaciones muy complejas y cada uno ha de darle la lectura que corresponda a lo que le toca vivir.
  • Nos lo podemos tomar por el lado gracioso -como hiciste tú en esa primera entrevista- y pensar que el de Daimiel es una suerte de activismo perezoso: que, en parte por no enfrentarte a la situación, la has cronificado.
  • Sí, también tiene algo que ver con eso. Pero es que mucha gente no concibe mi postura. La gente que especuló con el ladrillo en los años anteriores a la crisis seguramente esto que hago yo lo ven como si cobrara un sueldo y, nada más recibirlo, se lo regalara a alguien. Pero eso… cada caso es un mundo y esto, una cuestión particular. Que cada uno piense lo que quiera.
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