Alas jóvenes, saludables y audaces en el colegio público Vadorrey

De los pies a la cabeza no se pensó para los más jóvenes, aquéllos que aún transitan, o ni siquiera han llegado, a sus primeros diez u once años de vida. No se pensó en la forma, ni en el fondo. O se hizo, por decir lo mismo pero desde una narración en afirmativo, desde la consciencia de que la filosofía que aquí se propone transciende su realidad todavía 100% natural, sin conservantes ni colorantes.

¿Les cae mal esta conferencia a los más niños? No, claro que no. Por las experiencias acumuladas y los retornos recibidos, podemos sostener que les viene más que bien, pero el razonamiento de partida se mantiene: si algo favorece a los niños todavía más que recibir este mensaje de una hora en el imponente océano de su infancia y juventud, es que éste llegue a todo su entorno adulto más próximos.

Sus padres, profesores y demás protagonistas de su educación humana serán, entre todos, quienes compartan con ellos la gran mayoría de tiempo y consejos. Y aquí está el desafío y hasta la paradoja, porque somos los adultos quienes, por el propio desgaste de la vida, nos vamos alejando de muchas de las reflexiones que en De los pies a la cabeza se trabajan y el peligro para los más jóvenes, si no somos los adultos quienes reforzamos estas convicciones, es que les bajemos unos puntos de vista contaminados por los prejuicios y éstos terminen contaminando su crecimiento.

A los más jóvenes, por debajo del suelo de la nueva y temprana adolescencia, les cuece que sus mayores conozcan (y luego compartan lo que consideren, claro) De los pies a la cabeza y les enriquece, sobre todas las cosas, convivir con niños y niñas de todo tipo y condición lo más posible. Y lo antes posible. Porque la convivencia es un músculo que protege la articulación de las etiquetas, que nos dividen y debilitan. Después de conocerlos y disfrutar de la audacia de sus pensamientos, nos da la impresión de que los chicos y chicas de 5ºA y 5ºB del colegio público Vadorrey les Allées de Zaragoza serán protagonistas activos de una sociedad futura mucho más sana, cohesionada y orgullosa de sí misma. Ojalá recorran el ímprobo trayecto contrario y sean capaces de contagiar a sus mayores que lo puedan necesitar. Y recordarles que, ante las etiquetas injustas que prejuzcan y condenan, hay un grito liberador: «¡HashtagQUI!».

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